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viernes, 24 de octubre de 2025

El Clan

 


El Clan

Autor: Alan Davis  (Jean Pailler)

Otras firmas: Jo Cordès

Año: 1985

País: Francia

Editorial: BéDé Adult

IDI: ESP

Jean Pailler es un dibujante y guionista francés nacido en 1952 que debutó en la revista Antirouille para luego pasar a dibujar en Pilote en 1977 de la mano de su amigo y colaborador Coucho, donde desarrollaron una delirante parodia del personaje Conan llamada ‘Déconan le Barbaresque´. Tras esta colaboración se dedicó a producir historieta pornográfica, usando para ello el seudónimo Alan Davis sobre todo, trabajando en títulos de los sellos especializados en erotismo como Neptune y Sedem.

En una época en que la bande dessinée francesa comenzaba a diversificarse entre el humor, la aventura y la experimentación, Pailler se sintió  atraído por el dibujo como forma de observación del mundo con un trazo que buscaba ordenar el caos e imponer una estructura. En los años setenta, cuando el cómic francés vivía el auge de publicaciones como Pilote y Métal Hurlant, Pailler comenzó a colaborar en revistas humorísticas, firmando con su propio nombre. Eran trabajos de tono ligero, caricaturescos, donde el humor se mezclaba con una cierta ironía social. Su estilo, aún en formación, revelaba ya una obsesión por la anatomía y el gesto, por la figura humana como centro de toda narración visual.

Con el paso de los años, Pailler adoptó una estrategia de multiplicar sus identidades según temática y así como Jo Cordès exploró el cómic de aventuras, mientras que  como Jean Pignar se inclinó hacia lo burlesco y el erotismo y como Alan Davis, su alias más conocido, se dedicó al cómic erótico y pornográfico, un ámbito en el que encontró una libertad que el circuito tradicional no le ofrecía. Firmando como Alan Davis desarrolló un trazo más sensual, más detallado, donde la anatomía se convertía en una forma de relato. Obras como Billie et Betty o Au plaisir des dames le dieron un lugar en las revistas de historieta erótica que circulaban en Francia durante los años ochenta, en un mercado que oscilaba entre la provocación artística y la explotación comercial. Pero fue con Le Clan en la revista BéDé Adult cuando su arte alcanzó un máximo y detrás de la trama de revoltijos y acertijos sexuales secretos el lector atento podía percibir una reflexión íntima sobre el poder y  la identidad.

El Clan podría compararse con el funcionamiento de una fábrica de automóviles, con unas líneas de producción que se intercalan desarrollando historias y detrás de esa precisión mecánica late algo más oscuro, el deseo de controlarlo todo como la herencia, el amor o la sangre. La narrativa de Pailler se mueve entre el ruido de las máquinas y el susurro de la carne, entre el acero de la estructura y la fragilidad del cuerpo, como un automóvil que brilla impecable en la superficie pero guarda, en su interior el olor del aceite y del metal quemado con un trasfondo de pulsiones primitivas.

El Clan se comporta como una versión biológica y simbólica de la serie televisiva  Dallas, aquella serie en la que el poder del petróleo sostenía un universo familiar en constante combustión. En Dallas, la familia Ewing se desgarraba entre ambición, deseo y traición,  el dinero del crudo fluía como una sangre negra que manchaba todo lo que tocaba. En El Clan, el equivalente son los automóviles y los cuerpos en constante fluido sexual. Las infidelidades en Dallas eran los derrames inevitables de fugas de pasión que contaminaban la economía moral del clan. En El Clan, esas fugas se transforman en desviaciones y traiciones, los amores prohibidos y los secretos de alcoba, cada miembro del clan con sus debilidades y tramas de sexo y ardor para acabar ardiendo en el desierto de las pasiones.

Poco se sabe de su vida privada. Pailler, celoso de su anonimato, nunca buscó protagonismo. Cada seudónimo no era una mentira, sino un fragmento de verdad que solo podía expresarse con otra voz. Su estilo gráfico evolucionó con el tiempo, pero mantuvo siempre la misma precisión de una línea limpia los cuerpos en sus viñetas no son meros objetos de deseo, sino escenarios donde se libra la batalla entre la naturaleza y la conciencia, entre lo instintivo y lo construido.

Jean Pailler pertenece a esa generación de autores que concibieron el cómic como un espacio de metamorfosis. Su obra condensa el tránsito del cómic europeo desde la ligereza humorística de los sesenta hacia la explicitud simbólica y corporal de los ochenta. En su trazo se mezclan la disciplina del dibujante de oficio y la melancolía del artista que sabe que su nombre real, firmado con tinta, no basta para contener todas sus vidas.

 

Enlace Cómic

https://mega.nz/file/lzJ1ibLK#SrVTcMVr8DHynK6erdvkMov9jZuGMCQwiEDCFHSfOvg

 

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miércoles, 1 de octubre de 2025

No debí haber ido a la convención Doujinshi sin decirle a mi esposa

 



No debí haber ido a la convención Doujinshi sin decirle a mi esposa

Autor: Minamoto

Año: 2019

Editorial: Meat Field

IDI: ESP

 

‘Me saco de la manga este Manga’ sería una ‘Broma Asesina’ para introducir la obra de Minamoto que presentó en el Comiket. El Comiket, abreviatura de Comic Market, es mucho más que una simple convención de cómics, es un fenómeno cultural que reúne a cientos de miles de personas dos veces al año en Tokio. Nació en 1975 gracias a un pequeño grupo de estudiantes universitarios que buscaban un espacio alternativo donde los artistas pudieran publicar y vender sus propios mangas, los llamados dōjinshi, sin depender de las rígidas estructuras editoriales tradicionales. Lo que comenzó con unas pocas mesas y un puñado de asistentes se ha convertido con el paso de las décadas en el mayor evento de su tipo en el mundo, celebrándose cada verano y cada invierno en el inmenso recinto de Tokyo Big Sight.

En sus pasillos, los llamados círculos dōjin exponen sus cómics autopublicados que van desde historias completamente originales hasta reinterpretaciones de series populares. El visitante no solo encuentra obras que nunca vería en una librería convencional, sino también una efervescencia creativa que ha nutrido a la propia industria del manga profesional. Autores que hoy son célebres comenzaron vendiendo fotocopias grapadas en Comiket, donde el contacto directo con los lectores les dio una primera oportunidad.

La convención es también un espectáculo visual gracias al cosplay. Miles de asistentes se transforman en personajes de anime, videojuegos o cómics, y las áreas destinadas a la fotografía se convierten en un desfile de creatividad y color. Para muchos, Comiket es el gran escenario donde mostrar con orgullo esa otra identidad que se construye a través del disfraz.

Por eso este cómic que destaca por sus dibujos explícitos de sexo puro y divertido es un ejemplo de esta pasión convertida en erótica provocación, donde la protagonista descubre cómics hentai de su marido bajo la cama y que periódicamente se escapa para asistir a estos eventos sin su consentimiento, o sea que miento y bajo la pulsión lujuriosa del momento la mujer inicia una historia ‘netorare’ que acabará de forma inesperada.

Nos encontramos precisamente con un cómic hentai donde las viñetas sin censura desbordan al lector con un buen dibujo y expresiones exacerbadas que rebosan energía sexual y poética.

Poca información tenemos sobre este autor llamado Minamoto, que quizás sea un moto utilizado para preservar su intimidad intelectual. Si acaso su pasión por compartir con los lectores sus dibujos y aventuras con un público dispuesto a recibirlos sin prejuicios. Al mismo tiempo, representa el espíritu de lo amateur como motor creativo en Japón y un recordatorio de que las tendencias, los estilos y las innovaciones a menudo nacen en los márgenes antes de alcanzar la corriente principal.

Quien asiste descubre que Comiket no es solo un mercado, sino un ritual colectivo donde se celebra la libertad de crear, disfrazarse y compartir, un espacio en el que lo personal y lo comunitario se entrelazan en una de las manifestaciones más puras de la cultura otaku.

 

Atención +18

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