El Extraño Doctor Mazsovitch
Dibujo: Bruno Coq (COQ)
Escenario: Tina
Año: 1999
Editorial: Dynamite
IDI: ESP
El lector que se atreva a abrir las páginas de ’L’Étrange Docteur Mazsovitch‘ no
hallará ciencia, sino pura alquimia del cuerpo y la voluntad. Entre collares de
cuero, catres acolchados y jeringas enormes como símbolos fálicos, Bruno Coq nos arrastra sin anestesia a
un territorio donde la moral se evapora, la autoridad se erotiza y el placer
duele.
El protagonista, el Doctor Mazsovitch, no es un médico
común, es un domador de carne que usa la ciencia como excusa para explorar la pulsión del dominio absoluto sobre la
feminidad. Sus experimentos son castigos, sus pacientes, sumisas
disfrazadas de voluntarias, y su laboratorio, una mazmorra donde todo está
permitido
Bruno Coq, sobretodo no confundir con confundirse
con Luis García Gallo pues ambos comparten el mismo alias Coq pero son autores
diferentes, nuestro Coq es nacido en
Francia y permaneció activo en la escena del cómic erótico entre 1986 y 2003. Coq
comenzó en revistas como Rebels
y Bédé X, donde desarrolló un estilo
áspero pero controlado, con
figuras de gran carga sexual, siempre en tensión entre lo grotesco y lo
estilizado. Obras como Le Directeur,
La Secrétaire o Punitions pour Bella Postic fueron
refinando su universo poblado de empleadas obedientes, sirvientas devotas,
médicas convertidas en esclavas, y un eterno juego de poder que gira, cambia y
se restablece con cada página.
A principios de los 2000, antes de su primera
retirada, firma ‘L’Étrange Docteur
Mazsovitch’, posiblemente su obra más depurada en cuanto a narración visual y fetichismo temático.
Su narrativa es una carrera sexual desmadrada hasta la escena final de orgía
sin fin. Las viñetas se rompen como los culos de las protagonistas que gozan
por ‘vasus nefandus’ ante la perversión de los vicios.
Se retiró del cómic en 2003, dedicándose a la pintura
y la música, aunque regresó en 2009 bajo el seudónimo Pitek con obras como ‘Poupée’
y ‘Vices & Novices’ (esta última obra también disponible en este mismo blog…
antes de conocer que Coq y Pitek eran el mismo
autor).
La narrativa de Coq no necesita globos de diálogo
extensos ya que los cuerpos hablan,
suplican, se tensan, se abren, se inmovilizan. Sus rostros de grandes
ojos, expresivos y exagerados, transmiten tanto la sumisión como el placer
culpable. El trazo no busca belleza idealizada, sino verdad erótica sin filtros, aunque esté hipercodificada en los
símbolos del BDSM: correas, corsés, máscaras, botas, camillas, varas,
pezoneras, cinturones de castidad, sueros deformantes.
En Mazsovitch,
el doctor manipula no solo cuerpos, sino roles. La asistente puede convertirse
en conejilla, la paciente, en carcelera, y el sabio en esclavo de su propio
deseo. Esa inversión de papeles es clave en la lógica sadomasoquista donde el poder se ejerce, se exagera y luego se
subvierte y todo para mayor goce narrativo y visual.
Uno de los rasgos más perturbadores y genuinos del cómic sadomasoquista según Coq es su ausencia total de juicio moral. En Mazsovitch,
nadie sufre sin placer. Los castigos son placenteros, las inmovilizaciones
voluntarias, las transformaciones, deseadas. Incluso cuando se representa la
humillación extrema, hay complicidad. Este es un mundo donde el consentimiento
está implícito en el género mismo, donde el lector acepta las reglas del juego
apenas entra.
Coq no se escuda en la alegoría ni en la ironía. No
hay denuncia, no hay trauma. Solo hay fantasía
pura, cruda y ritualizada, vestida de pseudociencia o burocracia, como
en ‘Le Directeur’ o ‘La Secrétaire’, ‘Mazsovitch’ es solo otro escenario de
dominación, pero quizá el más simbólico de todos, donde el cuerpo se analiza,
se somete y se transforma.
Atención +18
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