Mi esposa se convierte en un juguete pervertido
Tsuma ga Hentai no Omocha ni
Autor: Círculo Doujin
Mukashibanashi
Año:
Editorial:
IDI: ESP
Y camino hasta la bañera. Entro y me quedo erguida. Siento el agua caliente en mis pies y, en vez de calmarme, me angustio. Un oscuro pensamiento se cruza en mi mente y el pensamiento se materializa mientras noto el semen de mi amante todavía en mi vientre.
Quiero
salir corriendo. Tengo la mente tan abotargada que no había caído en eso:
siempre me ducho después de hacer el amor. Siempre. Hoy no ha dado tiempo. Siento
cómo el esperma de mi amor baja por mi sexo.
Quiero
salir. Huir. Miro hacia la puerta. Me siento débil, me flaquean las piernas.
Contraigo el sexo y sintiéndome sucia, muy sucia, me siento en el agua mientras
mi marido me acaricia, con ternura, la espalda.
Se trata de un círculo de
amigos que les gusta crear estos fanzines japoneses llamados Doujins. Se llaman
Mukashibanashi y sus limitadas ediciones de manga hentai se caracterizan por un
argumento atrevido que se ventilan en apenas 28 páginas y un dibujo
característico de colores chillones como los chillidos de las mujeres amasadas
por sus pechos que se rinden con su
expresión extasiada de ojos en blanco mirando al infinito cuando se disuelven
en el orgasmo continuo, mientras sus maridos al otro lado de la puerta esperan
impacientes una oportunidad para hacerles el amor que nunca llega.
En este doujin una pareja
con problemas económicos acceden a la voluntad de un acaudalado pervertido que
vierte su imaginación en hacer de la mujer su juguete erótico mientras el
marido lo graba todo en video. Todo un suplicio del que nos hacemos partícipes
como en las ‘historias de mujeres casadas’ que cuentan su infidelidad como
medio de desarrollo personal que siempre acaba mal, abriendo heridas mientras
abren sus piernas que el marido cornudo no podrá olvidar, pero si perdonar,
porque en el fondo saber que tu mujer es objeto de placer puede excitar los
fetiches más pervertidos del sin sentido común.
La
dominaba. Haría lo que él le pidiera. Ella obedeció. Cerró los ojos y entró en
ese juego perverso a una pared de distancia de su marido. Apoyó la espalda contra
el pecho de su amante. Sentía sus dedos dentro. Círculos sin parar. Sus piernas
se debilitaron. Sus rodillas se flexionaron levemente. Él la sujetó por la cintura.
Conocía su cuerpo como el suyo propio.
—Córrete
—le ordenó al oído. Los dedos de su amante se aceleraron sobre su clítoris y
ella entró en ese estado de irrealidad donde ya no sabía quién era ni dónde
estaba. Escuchó ordenarle de nuevo en su oído que se dejara ir.
—Córrete.
Y
dejando caer su cuerpo sobre el pecho de su amante, todo lo silenciosa que
pudo, se corrió.
Porque la sensación de culpa
lo hace todo mejor…….
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