Autor: Alan Davis (Jean Pailler)
Año: 1985
País: Francia
IDI: ESP
Jean Pailler es un dibujante
y guionista francés nacido en 1952 que debutó en la revista Antirouille para
luego pasar a dibujar en Pilote en 1977 de la mano de su amigo y colaborador
Coucho, donde desarrollaron una delirante parodia del personaje Conan llamada ‘Déconan
le Barbaresque´. Tras esta colaboración se dedicó a producir historieta
pornográfica, usando para ello el seudónimo Alan Davis sobre todo, trabajando
en títulos de los sellos especializados en erotismo como Neptune y Sedem.
En
una época en que la bande dessinée francesa comenzaba a diversificarse entre el
humor, la aventura y la experimentación, Pailler se sintió atraído por el dibujo como forma de
observación del mundo con un trazo que buscaba ordenar el caos e imponer una
estructura. En los años setenta, cuando el cómic francés vivía el auge de
publicaciones como Pilote y Métal Hurlant, Pailler comenzó a colaborar en revistas
humorísticas, firmando con su propio nombre. Eran trabajos de tono ligero,
caricaturescos, donde el humor se mezclaba con una cierta ironía social. Su
estilo, aún en formación, revelaba ya una obsesión por la anatomía y el gesto,
por la figura humana como centro de toda narración visual.
Con
el paso de los años, Pailler adoptó una estrategia de multiplicar sus
identidades según temática y así como Jo Cordès exploró el cómic de aventuras,
mientras que como Jean Pignar se inclinó
hacia lo burlesco y el erotismo y como Alan Davis, su alias más conocido, se
dedicó al cómic erótico y pornográfico, un ámbito en el que encontró una
libertad que el circuito tradicional no le ofrecía. Firmando como Alan Davis desarrolló
un trazo más sensual, más detallado, donde la anatomía se convertía en una
forma de relato. Obras como Billie et Betty o Au plaisir des dames le dieron un lugar en las revistas de
historieta erótica que circulaban en Francia durante los años ochenta, en un
mercado que oscilaba entre la provocación artística y la explotación comercial.
Pero fue con Le Clan en la revista BéDé Adult cuando su arte alcanzó un máximo y detrás
de la trama de revoltijos y acertijos sexuales secretos el lector atento podía
percibir una reflexión íntima sobre el poder y
la identidad.
El Clan
podría compararse con
el funcionamiento de una fábrica de automóviles, con unas líneas de producción
que se intercalan desarrollando historias y detrás de esa precisión mecánica
late algo más oscuro, el deseo de controlarlo todo como la herencia, el amor o
la sangre. La narrativa de Pailler se mueve entre el ruido de las máquinas y el
susurro de la carne, entre el acero de la estructura y la fragilidad del
cuerpo, como un automóvil que brilla impecable en la superficie pero guarda, en
su interior el olor del aceite y del metal quemado con un trasfondo de
pulsiones primitivas.
El Clan se comporta como una versión
biológica y simbólica de la serie televisiva Dallas, aquella serie en la que el poder del
petróleo sostenía un universo familiar en constante combustión. En Dallas, la familia Ewing se desgarraba entre ambición, deseo
y traición, el dinero del crudo fluía
como una sangre negra que manchaba todo lo que tocaba. En El Clan, el equivalente son los automóviles y los cuerpos
en constante fluido sexual. Las infidelidades en Dallas
eran los derrames inevitables de fugas de pasión que contaminaban la economía
moral del clan. En El Clan, esas fugas se transforman en
desviaciones y traiciones, los amores prohibidos y los secretos de alcoba, cada
miembro del clan con sus debilidades y tramas de sexo y ardor para acabar
ardiendo en el desierto de las pasiones.
Poco
se sabe de su vida privada. Pailler, celoso de su anonimato, nunca buscó
protagonismo. Cada seudónimo no era una mentira, sino un fragmento de verdad
que solo podía expresarse con otra voz. Su estilo gráfico evolucionó con el
tiempo, pero mantuvo siempre la misma precisión de una línea limpia los cuerpos
en sus viñetas no son meros objetos de deseo, sino escenarios donde se libra la
batalla entre la naturaleza y la conciencia, entre lo instintivo y lo
construido.
Jean
Pailler pertenece a esa generación de autores que concibieron el cómic como un
espacio de metamorfosis. Su obra condensa el tránsito del cómic europeo desde
la ligereza humorística de los sesenta hacia la explicitud simbólica y corporal
de los ochenta. En su trazo se mezclan la disciplina del dibujante de oficio y
la melancolía del artista que sabe que su nombre real, firmado con tinta, no
basta para contener todas sus vidas.
Enlace Cómic
https://mega.nz/file/lzJ1ibLK#SrVTcMVr8DHynK6erdvkMov9jZuGMCQwiEDCFHSfOvg







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